lunes, 29 de septiembre de 2014

Mafalda cumple 50!

El 29 de septiembre de 1964, Mafalda, la tira cómica creada por Quino, es publicada por primera vez en Argentina en la revista "Primera Plana". Y no deja de llamar la atención que sus comentarios y ocurrencias -espejo de inquietudes sociales y políticas de los años sesenta y setenta- tengan plena actualidad en los tiempos que corren.

martes, 23 de septiembre de 2014

Stephen King: Universos de terror

En realidad nunca se fue pero, desde librerías, kioscos, videoclubes e Internet, Stephen King nos invade con sus obras de terror para amigos y enemigos. Desde su primera y brillante «Carrie» -que le convirtió en la nueva fuente de escalofríos y dólares de las cuatro últimas décadas- hasta novelas mas o menos recientes como «Joyland» o «Doctor Sleep» (secuela de «El Resplandor»), pasando por favoritos de todos los niños como «Tommynockers» e «It», cualquier momento es bueno para meternos de lleno en el mundo escalofriante que nos propone el Rey del Terror.

Y es que leer a Stephen King, como ser fan de Star Trek, aficionado a los juegos de rol, fanático de El señor de los anillos y similares, se ha convertido en una profesión de tiempo completo. Poco a poco, el volumen de la obra de este killer profesional del terror va adquiriendo el aspecto amenazador de las obras completas de Balzac, Dickens o Tolstoi. Así que, por si alguien se encuentra apabullado por el infinito número de páginas escritas por Stephen King, aquí va una personal (muy personal) lista de las indispensables:

Cementerio de Animales (Pet Sematary) - Tal vez la mejor. Dura, terrorífica, filosófica, lovecraftiana y sin piedad alguna para con el lector o los protagonistas. Zombis, amor, muerte y leyendas indias.

La Hora del Vampiro (Salem’s Lot) - Un novelón de vampiros cruzado con Edgar Poe. Sigue siendo la mejor novela de chupasangres modernos, muy por encima de las diferentes variantes propuestas por Anne Rice en su Entrevista con un Vampiro o por Stephenie Meyer en la saga Crepúsculo.

Carrie - La obra seminal del nuevo terror adolescente de los años ‘80. Una eficaz y sensible introspección en el alma femenina juvenil y sus complejos. El rey se convierte en Stephen Queen.

El Resplandor (The Shinning) - Una de las mejores novelas de caserón encantado del terror moderno. Aunque demora un poco en entrar en materia, cuando lo hace te arrastra.

La mitad siniestra (The dark half) - Las confesiones inconfesables de King, cada vez más dividido entre su profesión de asustar niños y grandes y sus pretensiones de autor serio que aquí, a su personaje (su doble, en realidad) casi le cuesta la vida.

Christine - La historia del automóvil con vida propia que se dedica a pasarle por encima a las personas desprevenidas se convirtió en uno de los grandes éxitos literarios de King y en uno de los errores más vergonzosos de la carrera de John Carpenter, director responsable de su traspaso al cine.

Misery - Si la película fue bárbara, el libro es mejor. Hasta podemos respirar la claustrofóbica atmósfera propuesta por la enfermera demente. Y nos duelen las mutilaciones.

Sissy Spacek a punto de llevarse por
delante a todo el pueblo en "Carrie"
El primer fulgor de Stephen King trajo junto a su deslumbrante estrellato un renacer de la novela de terror moderna, un renacer que, por lo visto, no ha soportado los años ‘90 y mucho menos la llegada del nuevo milenio. Es cierto que a King le siguen leyendo niños, grandes, ancianos y psicópatas de todo tipo, pero su éxito es absolutamente personal e intransferible.

La pasión por King es como la pasión por Elvis (que puede y debe excluir a Gene Vincent, Bill Halley y Carl Perkins), por los Beatles (que prescinde de los Rolling, de los Who y de Dios) o por Tolkien (que pasa de La Iliada). Un fenómeno marciano y unipersonal.

King en cine: póker de ases

De todos los hijos de Stephen King que saltaron de la letra y el papel a la pantalla grande (y fueron muchos) brillan, a mi entender, cuatro títulos. Para verlos una y otra vez:

Carrie (Brian de Palma, 1976) - La historia del patito feo que no tuvo tiempo de convertirse en cisne. Eso, matizado con una buena dosis de menstruaciones, delirios religiosos, cine teenager, fiestas de graduación y un poco de sangre de cerdo, convirtió al primer best-seller de King en una obra mayúscula firmada por un De Palma descontrolado, aún no contaminado por las manías gratuitas que pudrieron algunos de sus filmes posteriores.

Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986) - Interesante sobre todo por ser la única adaptación de una obra de King poco fantástica (The Body, para más señas), este film demuestra como Reiner, aplicado e irónico artesano, puede sacar punta a una insulsa historia de niños-que-se-inician-en-la-vida-adulta, y convertirla en una ingenua pero agradable visión de la adolescencia. Su abundante honestidad le perdona algunos toques cursis. Juventud, divino tesoro...

Cementerio de animales (Mary Lambert, 1989) - En este caso, la directora orquestó una ficción morbosa e intranquilizadora que, a pesar de sus momentos bajos (que los tiene), llegaba a donde tenía que llegar: a nuestros miedos más primarios y descorazonadores. Un gran acierto: un Pepe Grillo del más allá que hace de voz de la conciencia del protagonista.

Misery (Rob Reiner, 1990) - En este particular ensayo sobre el dolor de la creación literaria, King
excomulgaba todos los demonios de su sucia alma, y se disculpaba por vender tantos libros y tener la intención de seguir haciéndolo. Reiner se limitaba, pues, a ser un ilustrador de esta obra de teatro encubierta y montada por dos actores excelentes, que se insultan, se atacan, se aman y se pelean, uno intentando salvar su pellejo de escritor arrepentido de sus éxitos y otra -ella- intentando resucitar una heroína de novela que ha hecho más llevaderos sus días psicopáticos.

1408 (Mikael Håfström, 2007) - Basada en un cuento corto homónimo de King y protagonizada por John Cusack y Samuel L. Jackson, la película narra la historia de un escritor que es testigo de sucesos sobrenaturales en la habitación de un hotel. La idea de dotar a la habitación de una inteligencia capaz de hacer que todos los demonios interiores afloren es uno más de sus grandes aciertos del film. Los recuerdos y el fantasma de su hija fallecida martillean sobre la cabeza del escritor haciendo que no diferencie la realidad de las trampas que la habitación le tiende.

Videodrome, videoking

La otra fuerza invasora dirigida con implacable puntería hacia los kingnianos es la serie de películas que pasaron por el cine sin pena ni gloria y que luego fueron editadas en video y -más acá- en DVD. En este último caso, pobladas de «bonus track» para que el espectador pueda solazarse adentrándose en la tortuosa mente del escritor.. Pero, independientemente de los títulos más reconocidos (Carrie, Misery, Cementerio de animales, etc.) y para solaz de los adictos al cine visto en casa, aquí va un listado de las obras menos conocidas, todas ellas adaptaciones a la pantalla del universo del Maestro:

Cujo (Lewis Teague, 1983) - Tan incapaz de levantar el entusiasmo como la novela, mantiene sin embargo el suspenso a base de buena dirección y trucos. Teague dejó a un lado la diatriba al adulterio que ocupaba muchas de las páginas del libro para potenciar lo que en verdad interesaba en una cinta de terror psicológico: una madre y su hijo encerrados en un coche a merced de un dinosaurio-San Bernardo rabioso, dispuesto a amargarles su american way of life. No se le puede pedir más a un perro.

Los ojos del gato (Lewis Teague, 1985) - Un film de episodios correcto y agradable que explora el lado hitchcockniano de King. Y la posibilidad de ver a Drew Barrymore cuando todavía era una niña inocente.

Creepshow (George A. Romero, 1982) - El primer encuentro entre el inventor del zombi postmoderno y el creador del terror actual. Un homenaje a sus fuentes comunes (los comics), con un film de episodios simpáticos. De todos, destaca un relato antológico, magnífico, en el que unas cucarachas invaden el limpio territorio de un obsesivo urbanita.

La zona muerta (David Cronenberg, 1983) - El primer film americano del director canadiense y una buena adaptación del universo King. La historia con punto de partida médico -muy del agrado de Cronenberg- deriva, como la novela, hacia el thriller. El director imprimió su mirada cínica, fría y atormentada en una cinta trágica y angustiosa, que habla tanto de la imposibilidad de querer como de la presencia invisible de la muerte en cada recoveco de nuestra mente y de nuestra vida. Porque tras la mirada de ese profesor de literatura interpretado por un espléndido Christopher Walken sólo hay desolación y monstruosidad.

La resurrección del mal (Adam Grossman, 1995) - Tomando unos personajes creados por el rey (ni recuerdo dónde), el director consigue un film competente con mucha sangre y algo de satanismo y sexo.

Sustos en la pequeña pantalla

Si las adaptaciones cinematográficas de la obra de Stephen King han sido legión, las incursiones dentro de la televisión tampoco se han quedado cortas. En 1979, Tobe Hooper dirigió a David Soul (aquel de la serie Starsky y Hutch) en una producción para la CBS de cuatro horas de duración dividida en dos capítulos de dos horas, bautizada con el nombre de «El misterio de Salem’s Lot». Una de las constantes del trabajo de King, la del escritor confundido como protagonista, se unía a una trama infestada de sustos garantizados y misterios vampíricos. Basada en la novela La hora del vampiro, es, hasta la fecha, la adaptación televisiva más razonable y entretenida.

No sería hasta 1990 cuando un texto original del exitoso novelista sufriera de nuevo el traspaso a formato miniserie. «It», producida por la cadena norteamericana ABC -al igual que todas las adaptaciones siguientes-, resultó un divertimento discreto del que cabe destacar la maliciosa interpretación de Tim Curry (The Rocky horror picture show) como el payaso de Mc Donalds que aterra a ese puñado de niños con forma de adultos que nunca llegaron a crecer.

A esta le siguió «Los Tommyknockers» (1993), una torpe historia de fuerzas alienígenas con doce millones de dólares de presupuesto, olvidable a todas luces a excepción de las intervenciones del siempre correcto Jimmy Smits y de la sustanciosa ex-reina del cine porno Traci Lords. Posteriormente, «Apocalipsis», acaso la novela más ambiciosa de King, fue trasladada a imagen real por el director Mick Garris que nos ofrece aquí su creación más lúcida. Inusualmente, dado que se trataba de un producto para la TV, el reparto de «Apocalipsis» era fenomenal: Molly Ringwald, Gary Sinise (el teniente lisiado de Forrest Gump), Rob Lowe, Laura San Giacomo, Ruby Dee y Matt Frewer.

«Los Langoliers», dirigida por Tom Holland y con cuatro horas de duración, fue otra de las adaptaciones realizadas en los años ‘90. Una base literaria aburrida y pobres efectos digitales la convirtieron en un producto regular del que sólo se salvó la correcta actuación de Brent Spiner (Star Trek: La nueva generación). Y en 1997, «El resplandor», el relato de King que Stanley Kubrick popularizara con su polémica versión cinematográfica, fue llevado a la televisión mediante una nueva miniserie.

El director de «La naranja mecánica» había realizado una versión bastante sui generis del texto de King, obviando ciertos elementos que para el novelista eran esenciales, y alterando su final. Diecisiete años después, Jack Torrance, el turbulento escritor alcohólico que en el pasado interpretase Jack Nicholson, se reencarnó en la figura del actor Steven Weber para cuidar de nuevo a los espíritus del Overlook Hotel junto a la siempre suculenta Rebecca de Mornay. Así, El resplandor tuvo otra oportunidad para pasar a imagen real tal como su creador la concibiese, a través de una miniserie de seis horas de duración.

Para asegurarse de que la película fuese de su agrado, King se encargó de firmar el guión y, además, eligió nuevamente al director Mick Garris para la adaptación. Pero, a pesar de todos los cuidados, la nueva versión de El resplandor resultó bastante aburrida: el largo del metraje pareció superar al director; nadie se enganchó con el personaje de Weber, quien hizo extrañar demasiado a Nicholson, y -para cerrar el cuadro- al film le costaba arrancar casi dos horas para que, al final, todo se precipitase de mala manera.

Ya en el nuevo milenio, las actuales series «Haven» (basada en «Colorado Kid», novela del 2005) y «Under the Dome» (basada en la novela homónima del 2009) son dos intentos muy válidos de llevar a la TV la obra de King que, en ambos casos, se reservó para sí el papel de productor para poder supervisar que las historias que se narran sean congruentes con lo que él escribió. Con cinco y tres temporadas en sus espaldas, ambas series consiguieron una importante aprobación de los seguidores de King.

The end

Si algo le podemos conceder a King es el haberle dado masividad a dos géneros que -todavía hoy- son considerados «menores» por la «alta cultura»: el suspenso y el terror. Con textos trepidantes, aterradores en algunos casos, con esa forma de narrar, como de hermano mayor y experimentado que te habla como a un confidente, (para mí, uno de sus principales valores), manejando como pocos la ventaja de saber que ningún lector se atreverá a soltar el libro sin averiguar cómo se resuelve el asunto principal y -sobre todo- enseñándonos que el terror puede ser cualquier objeto de uso cotidiano que tengamos en nuestros hogares, King ha saltado la barrera de «literatura para adolescentes"» hace ya tiempo aunque deberá demostrar hasta su último día que no sólo es una máquina de hacer "best-sellers": «Leo cuatro horas al día y escribo cuatro horas al día. Si no encuentras el tiempo para hacerlo no podrás convertirte en un buen escritor.»

viernes, 19 de septiembre de 2014

Rick Wright: El diamante del piano


El primer –y uno de los mejores– disco de Pink Floyd, «The Piper at the Gates of Dawn», de 1967, empieza con un tema formidable, Astronomy Domine. La primera voz es del tecladista del grupo, Richard Wright. En ese Floyd primigenio, el compositor casi absoluto, guitarrista y cantante era el «diamante loco», Syd Barrett, que se valió primordialmente de un órgano Farfisa –complementado con un dispositivo de eco– para plasmar los climas del por entonces incipiente sonido psicodélico que se convirtieron en sello de la banda que años más tarde vendería millones –sin Barrett– con uno de los álbumes que más tiempo ocuparon el primer puesto del ranking de Billboard, «The Dark Side of the Moon», raro caso de un Nº 1 durante más de 700 semanas consecutivas. En ese primer glorioso período de Pink Floyd, Wright también era la primera voz en temas como ¡Mathilda Mother!, y obviamente sus teclados tenían un protagonismo absoluto en largos temas como Instertellar Overdrive.

La historia oficial asegura que Syd Barrett fue alejado del grupo por sus excesos con las drogas psicodélicas, más precisamente el LSD 25, que ingería casi a diario, igual que la mitad de los músicos del pintoresco Swingin’ London. La historia no oficial, contada a regañadientes dado el éxito posterior de sus colegas, habla de celos, divismos y una pequeña traición hacia el líder que todo lo abarcaba en el grupo. A Wright fue uno de los que más les pesó esa primera separación, de ahí que se ocupara luego con el guitarrista David Gilmour de producir los dos memorables discos solistas de su ex compañero, «The Madcap Laughs» y «Barrett», en los que se puede escuchar su inconfundible estilo de órgano.

En la transición entre el período Barrett y «The Dark Side of the Moon» (1973), fue Wright el que compuso algunos de los singles de la banda como It Would Be So Nice y Paintbox, y dos de los mejores temas del segundo disco, «A Saucerful of Secrets» (extenso tema que termina con un largo pasaje del órgano de Wright). Cuando Antonioni llamó a Floyd para componer temas para el soundtrack del film Zabriskie Point, fue Wright el que se puso a trabajar en la música original, en vez de refritar temas previos de la banda. Uno de sus temas era una melodía en piano que se convirtió en la base del supervendedor «The Dark Side...»

Por eso, la sola idea de que a alguien se le pudiera ocurrir despedir del grupo al tecladista parecía un delirio. Sin embargo, eso ocurrió durante la dictadura de Waters que vino después de «Wish you were here». En el siguiente y algo depresivo disco «Animals» –tal vez último bastión del auténtico sonido Floyd–, la influencia de Waters se volvió difícil de digerir para Wright, que a continuación decidió cortarse solo y grabar un álbum por su cuenta, «Wet Dreams» (1978), un puñado de canciones melancólicas donde recriminaba a Waters mientras demostraba de dónde provenían las armonías escuchadas en «The Dark Side....»

2 de julio de 2005. Pink Floyd se reúne por última
vez para el concierto del Live 8 en Londres.
El insulto no fue tolerado: Waters aseguró que no entregaría las cintas de «The Wall» si no se rebajaba a Wright a la categoría de simple músico acompañante, es decir ya no un miembro calificado de Pink Floyd. El tecladista fue separado de la banda, y luego llamado a último minuto para el tour de The Wall, en el deshonroso puesto de tecladista acompañante, lo que irónicamente convirtió a Rick Wright en el único miembro en ganar buen dinero como asalariado de la gira, que tuvo costos inauditos dada la megalomanía de Waters, y sólo dio pérdidas.

Para entonces, Wright llamó a Floyd un grupo «sin fuerza creativa» y no quiso tener nada que ver con el álbum «The Final Cut». Fue en ese entonces cuando Waters declaró el fin del grupo, lo que Gilmour y un juez impidieron al demostrar que el nombre Pink Floyd no era de Roger Waters. Wright fue incorporado con honores a los siguientes discos del Floyd sin Waters, quien lo convocó para su «The Wall Tour» con el baterista Nick Mason como invitado, cosa que Wright declinó. Cuando en 2005 Floyd se reunió para tocar dos o tres temas en un megaevento benéfico, hacía dos décadas que Wright y Waters no se hablaban. Tampoco lo hicieron en el escenario, apenas un conato de abrazo, con el tecladista y el bajista no demasiado juntitos.

Richard Wright falleció hace seis años, el 15 de septiembre de 2008. Sin él, la idea de una reunión de Pink Floyd es imposible. Definitivamente lejos de Waters, uno de los más grandes tecladistas de toda la historia del rock está allá en el cielo, con Syd Barrett, brillando como el diamante que supo ser en vida.